Buscador

2 mar 2006

'Juego sucio'

(Infernal affairs / Mou gaan dou. Andrew Lau, Alan Mak. Hong Kong. 2002. 97 min.) ¿Cómo saber cuándo una película es realmente buena o, como mínimo, se encuentra por encima de la media? Muy sencillo: si gana con cada visionado, si cada vez que la ves aprecias más detalles, le sacas más jugo y se te hace incluso más entretenida que la primera vez que la disfrutaste, es que estás ante una película especial.

Infernal Affairs se ha estrenado en España directamente en DVD con el insulso título de Juego Sucio y con una fotografía de Elva Hsiao en la carátula que no corresponde a ninguna escena de la película (si clickáis aquí veréis la carátula del DVD internacional distribuido por Miramax, que es el que ha llegado también a nuestras tierras). Un modo tremendamente injusto de ofrecernos un largometraje más que notable, una de las producciones más importantes del último cine de Hong Kong, origen de una trilogía y objeto de remake por parte de Martin Scorsese bajo el título de The Departed.

Cuando llegue a las pantallas grandes de todo el mundo la cinta protagonizada por Leonardo DiCaprio, Matt Damon, Jack Nicholson, Martin Sheen, Mark Wahlberg, etc., se le alabarán infinidad de valores cinematográficos y se hablará de lo genial de su argumento. Apuesto a que muchos de los críticos que hablarán sobre The Departed no habrán visto Infernal Affairs ni les interesará lo más mínimo hacerlo (estos son los que no quieren enterarse de que el mejor cine que existe ahora mismo se hace en Oriente). Y están en su pleno derecho, claro, pero será otro ejemplo más de cómo la crítica mainstream menosprecia el cine proveniente de Hong Kong, mientras que sí que tiene en cuenta otras cinematografías como las de Corea del Sur y Japón, por ejemplo. El motivo está más o menos claro: el cine de la ex-colonia británica siempre se ha caracterizado por su voluntad de espectáculo y entretenimiento popular, sin más pretensión que la de divertir y epatar a la audiencia con su vistosidad, y eso parece estar penado por los que opinan que el cine (únicamente) debe ser Arte. Hablamos en general, claro, ya que en Hong Kong se dan todo tipo de géneros, pero si es famosa su filmografía es por el cine de acción. Si me permiten el atrevimiento, opino que allí se han filmado algunas de las mejores secuencias de acción de los últimos cuarenta años y que buena parte de los éxitos norteamericanos del género le deben bastante a los planteamientos cinematográficos de los cineastas hongkoneses (piensen en cintas como Matrix o X-Men y verán que detrás de cada escena de artes marciales hay un coreógrafo de Hong Kong). Pero el caso de Infernal Affairs, en cuanto a acción se refiere, es ciertamente particular: en contra de lo que nos tienen acostumbrados, aquí no se nos muestra un tiroteo hasta los sesenta minutos de proyección, y realmente es la única escena de este tipo en todo el filme. Por supuesto que en el resto de la película hay pistolas, persecuciones y asesinatos, pero aquí lo que importa es la mente torturada que hay detrás de cada bala y no el espectáculo balístico por sí mismo.

Si la anterior cinta del director Andrew Lau (no confundir con el protagonista, Andy Lau), The Storm Riders, me pareció algo agotadora debido al exceso de efectos visuales y de personajes, Infernal Affairs destaca precisamente por lo contrario: pocos personajes, casi todos con peso específico en la trama, y una total falta de artificios innecesarios (exceptuando unos trucos de montaje que comentaré después). Si gusta tanto esta cinta es porque la historia es buena y los personajes son atractivos. Tony Leung Chiu-wai interpreta a Chan, un policía infiltrado en una importante tríada de Hong Kong liderada por el carismático jefe Sam (el simpático Eric Tsang). Sam ve en Chan uno de sus hombres de confianza y, al saber que hay un topo entre su banda, le confía la misión de encontrarle. Por su parte, el propio Sam también tiene un hombre infiltrado en la policía: Lau (Andrew Lau), quien se convierte en uno de los más eficaces agentes del cuerpo y en estrecho colaborador del superior Wong (Anthony Wong), que es la única persona que sabe la verdadera identidad del infiltrado Chan. Como podéis ver, la película juega a enfrentar opuestos y a trazar los paralelismos que surgen entre personalidades en principio discordantes pero que, al fin y al cabo, no son más que los reflejos de sí mismos en una lucha constante entre lo que son de verdad y lo que deben aparentar. En los primeros minutos de la cinta, vemos cómo Chan y Lau conversan amigablemente en una tienda de aparatos de música: de no ser por el papel que cada uno juega en sus respectivos bandos, intuímos que quizá estos dos personajes podrían ser amigos.

Hay muchísimos detalles que ahondan en este aspecto de la trama, en la perversa dualidad de unos tipos que logran convertirse en los mejores de un campo al que no pertenecen y en el que constantemente están fingiendo. En un momento de la película, Chan le pregunta con una risa nerviosa a su psicóloga si cree que él es un hombre bueno o un hombre malo: está claro que, tras diez años fingiendo ser lo que no son, los protagonistas empiezan a dudar de qué papel juegan en realidad en sus peligrosas vidas. El concepto de identidad se esfuma tras la máscara del engaño y la imposibilidad de reflejar en público lo que uno siente. En este sentido, es excepcional ese plano en que Chan debe observar el cortejo fúnebre de un superior escondido en un callejón, saludando militarmente desde el anonimato, intentando recordar quién es en realidad aunque sea a escondidas. Por otro lado, Lau empieza a mostrarse muy cómodo en su papel de policía, incluso intenta llevar una vida normal de pareja con una joven escritora, pero los demonios internos no son buenos compañeros de viaje en la frenética travesía por encontrar su yo verdadero. Su novia intenta escribir una novela sobre un hombre con múltiples personalidades, pero llega un momento en que no logra avanzar porque no sabe si su protagonista es bueno o malo, del mismo modo que Chan y Lau ya no saben por cuál de los dos bandos definirse.

En Infernal Affairs no todo es blanco o negro, los personajes se mueven en una amplia escala de grises teñidos de rojo sangre, de dolor, de tristeza... y ver personajes con esta profundidad en un thriller de acción no es algo que ocurra a menudo. Pero, de cualquier modo, lo de "thriller de acción" no es más que una etiqueta, una parcela donde encuadrar esta película capaz de trascender las barreras genéricas y convertirse en esa obra especial que mencionaba al comienzo de este artículo. Así las cosas, surge una cuestión importante para los fans acérrimos del cine de Hong Kong: ¿puede un thriller con poca acción no resultar aburrido? La respuesta es un rotundo SÍ. Infernal Affairs no sólo no es aburrida, sino que es intensa y excitante sin tener que recurrir a set-pieces cada quince minutos. Además de lo interesante de la trama y la excepcional labor del reparto (ya veremos si los actores americanos logran alcanzar estas cotas de verosimilitud y carisma en el remake), es importante destacar los estupendos valores técnicos con los que cuenta el filme: la fotografía es exquisita, la música es vibrante, el diseño de producción minimalista y efectivo... pero son la dirección y el montaje los que ayudan sobremanera a que la atención del espectador se mantenga intacta aún en secuencias tan extensas como la de la redada inicial, unos veinte minutos de suspense prolongado en los que no existe acción en el sentido habitual que podamos pensar, pero que se siguen con tensión gracias a montajes paralelos y trucos como barridos frenéticos acompañados de rimbombantes efectos sonoros.

Es difícil seguir hablando de Infernal Affairs y no comentar su extraordinario final, así que me morderé la lengua y dejaré que seáis vosotros, con vuestros comentarios, los que continuéis esta reseña. Tan sólo añadir que se ha comparado esta cinta con Heat, de Michael Mann. Quizá es comprensible hacer este paralelismo debido a que ambas enfrentan en pantalla a dos astros de sus respectivas cinematografías, pero si en Heat uno podía dudar de si realmente compartieron escenario De Niro y Pacino, en Infernal Affairs no hay duda de que no hay lugar para los aires de estrella ni para los morbosos trucos de marketing: si uno ve los extras del dvd, puede comprobar cómo Andy Lau y Tony Leung compartieron incluso cabina de sonido para grabar el tema musical que acompaña los títulos de crédito finales. Por otro lado, y dejando de lado esta anécdota, lo que en Heat era frialdad y magnitud desmesurada, en Infernal Affairs es emoción y austeridad. No sé a ustedes, pero puestos a comparar, a un servidor la cinta que nos ocupa le parece una obra mucho más honesta y redonda que ese supuesto referente hollywoodiense que le quieren encasquetar.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: De algún modo esta reseña marcó un punto de inflexión entre lo que venía escribiendo hasta entonces y lo que sería mi labor posterior. Empezando por el detalle de comenzar a tratarles de usted (reminiscencia de John Tones plenamente asumida), comenzaba aquí a envalentonarme y a expresar ideas que siempre he tenido pero que en un principio no me atrevía a hacer públicas: que Heat es excesivamente pocha y que la mayoría de críticos de medios generalistas siguen chupándole el culo a los autores a los que siguen considerando intocables a pesar de todo (y en este sentido, The Departed es una puta mierda al lado de Infernal Affairs, le pese a quien le pese).  

No hay comentarios: