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3 mar 2012

Enamorado de la moda juvenil.


Aquí tienen mi última aportación al periódico Crónicas de un Pueblo, donde aprovecho para recomendar una película que me ganó por completo y, de paso, cargo un poco sobre los prejuicios que muchos tienen hacia el cine comercial, especialmente si está hecho en España. 


   La canción de Radio Futura sonando a todo trapo en los altavoces de la sala de cine, unos jóvenes fantasmas bailando en la pantalla del mismo modo en que lo hacían los protagonistas de “El club de los cinco” (The breakfast club. John Hughes, 1985) y la mejor compañía posible sentada en la butaca de al lado. Si eso no es la felicidad que me parta un rayo ahora mismo. Y es justo lo que experimenté cuando fui a ver “Promoción Fantasma” (Javier Ruiz Caldera, 2012), una película modélica que debería ser vista por todo el mundo y que, injustamente, ha tenido que superar algunas críticas de gente que no la ha visto y que probablemente no la piensa ver. Todo por culpa de los malditos prejuicios. Esta gente se queja de que se haga comedia pensando en el público, como si querer hacer taquilla fuera delito o fuera necesariamente en detrimento de la posible calidad de una película. ¿Entonces la ecuación correcta cuál es? ¿Si la quiere ver mucha gente es mala y si sólo la quieren ver unos cuantos es buena? Yo soy el primero que desconfía de los gustos de la mayoría, más que nada porque no suelo estar de acuerdo con ellos, pero… ¿no creen que algo pueda ser comercial y bueno al mismo tiempo? Muchos dicen que no. “Promoción Fantasma” dice que sí. Y ahí es donde triunfa, en estar perfectamente concebida como entretenimiento de masas y, al mismo tiempo, presentar un guión sugerente, emotivo, lleno de inteligencia, nostalgia y sentido del humor. Y con una coherencia desarmante.
   
   ¿Es malo que su referente sea la comedia norteamericana de los años ochenta? Muchos dicen que sí. Yo digo que por qué. No entiendo por qué está bien que algunos directores españoles imiten el cine social inglés, la nouvelle vague francesa o el neorrealismo italiano y está mal que se haga un homenaje al tipo de cine con el que todos nos dejábamos las pestañas frente a la tele y el vídeo hace veinte años. ¿Cuestión de prestigio? Cuestión de esnobismo, diría yo. A ver si nos enteramos de una vez de que “Los Cazafantasmas” (Ghostbusters. Ivan Reitman, 1984) o “Regreso al futuro” (Back to the future. Robert Zemeckis, 1985) son tan importantes para la historia del cine y para nuestra educación cinéfila como “Los cuatrocientos golpes” (Les quatre cents coups. François Truffaut, 1959) o cualquier otro clásico intachable, y que cada una en su terreno es una obra imperecedera. Yo digo sí a que el cine español ponga sus ojos sobre la comedia adolescente, digo sí a la moda juvenil, digo sí a que se corra el riesgo de producir cintas tan aceptables como “Fuga de cerebros 2” (Carlos Therón, 2011), tan simpáticas y eficaces como “No controles” (Borja Cobeaga, 2010) o tan inaguantables como “Campamento Flipy” (Rafa Parbus, 2010), y que éstas compartan cartel con “No habrá paz para los malvados” (Enrique Urbizu, 2011) y “Pan negro” (Pa negre. Agustí Villaronga, 2010). Y digo rotundamente NO a los que se oponen al disfrute evasivo y sano que supone un largometraje como “Promoción Fantasma”. No especialmente porque se nieguen a verla, sino porque duden de la salud mental o el criterio artístico de los que sí lo hemos hecho… y estamos más que dispuestos a hacerlo de nuevo. Dejadnos disfrutar en paz.

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